El hombre de tacto solo dice y escucha lo que un hombre en regla, un
hombre libre, debe escuchar y decir. Hay ciertas cosas, en efecto, que
un hombre de bien puede decir y puede escuchar por vía de diversión;
pero la gracia del hombre libre en nada se parece a la del esclavo, lo
mismo que la del hombre bien educado no se parece a la del hombre sin
educación.” Reveladoras palabras de Aristóteles en la Moral a Nicómano,
libro IV, capítulo VIII: Del donaire en el decir.
Es verdad que hay ciertas cosas que un hombre puede decir en son de
broma o como decimos acá, en plan de poner pereque; pero su condición de
hombre de bien, si es que lo es, le hará detener en seco -a la hora de
expresarse públicamente- la embestida de ese órgano maleable, pero
letal, llamado lengua.
Sobre todo en esta época en que las redes sociales replican sin
compasión lo que a muchos ignorantes les suena a genialidad. Dice
Aristóteles “Hay personas que, llevando al exceso la manía de hacer
reír, pasan por bufones insípidos y molestos, diciendo a todo trance
chistes, y proponiéndose, más excitar la risa, que decir cosas
aceptables y decentes que no ofendan a los que sean objeto de su
crítica. Por lo contrario, hay otros, que nunca se les ocurre nada
gracioso que decir, y que tienen gusto en oír a los que tienen más
inteligencia que ellos;” Sabio Aristóteles.
Terminado el ajetreo de la Cumbre de las Américas queda mucho por
evaluar. Asuntos trascendentales para el país y asuntillos de olor
fétido que quedarán en el aire durante unos cuantos días. Después, como
sucede con todo lo que el implacable tiempo toca, serán un manso
recuerdo.
Sin embargo, casi puedo asegurar, y digo casi únicamente por respeto a
la estadística, que el debate suscitado a raíz de la interpretación de
Shakira de nuestro himno nacional, ni el tiempo podrá acallarlo. Como
dicen por ahí, se la montaron a Shaki. Se ensañaron con Shakira, la
mejor embajadora que tuvo Colombia durante los años aciagos en que
fuimos la perrata universal.
Y todo por un error, que a mi manera de ver fue de dicción, y que aún
si no lo fuera, puede tenerlo cualquiera. Pero se trate de Shakira o
Pedro Pérez, lo que queda en evidencia es que el instinto depredador,
latente pero presente, hostiliza a los humanos. Los colombianos, además,
lo disfrazamos con sátira y con sarcasmo, haciendo gala de un genético
sentido del humor; ¡Ah país de trogloditas y antropófagos! En lugar de
utilizar la inteligencia humorística para algo más productivo. ¡Ah país
de faroleros!
Habiendo tanta cosilla nauseabunda que hierve en nuestras narices,
pero teniendo también –como nunca antes– opción de quebrarle el espinazo
a la anarquía en que hemos vivido por cuenta del aparato político y del
desorden social, se concentra en lo ocurrido con Shakira. ¡Ah país de
banalidades que en cambio hace reverencia a los delirantes! Quizá por
eso estamos como estamos; porque hemos ido forjando un carácter proclive
al canibalismo, y es la palabra, la fulminante palabra, el instrumento
mortal con que llevamos a cabo la sistemática lapidación de cada
víctima. ¡Ah país de lenguaraces! Si el pudor Aristotélico no es virtud,
sino miedo a la deshonra, el nuestro es el país de la impudicia.
Fuente: elheraldo.co
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